Twist en la traducción

Viva Madrid: taberna inusual
Traducción e interpretación gastronómica

Twist en la traducción

Hace unos días contaba que, desde que empecé a trabajar en proyectos de traducción gastronómica, no he dejado de aprender. Parte de esto se debe a que la gastronomía abarca campos muy amplios y variados. Otra parte, sin embargo, se debe a que algunos clientes o proyectos te obligan a ir más allá. A veces, me encuentro replanteándome mi forma de trabajar y apelando más a las emociones que a las palabras o a los conceptos en sí mismos. Esto en realidad no es nada nuevo, pues traducimos ideas, no palabras, pero resulta curioso ver la manera de enfocarlo dependiendo del contexto.

Exactamente estoy pensando en lo que me pasó con la carta de una taberna madrileña bastante conocida: Viva Madrid. Diego Cabrera es uno de sus propietarios, además de ser premio internacional de coctelería y líder del grupo gastronómico Twist de naranja, al que también pertenecen Salmon Guru y Guru Lab. Trabajar con él es siempre una delicia, pues sabe delegar y confía plenamente en su equipo y sus colaboradores, pero no pierde detalle de nada. Es de esos clientes con los que repaso uno a uno los elementos de la carta y les damos mil vueltas hasta que consideramos que tenemos la fórmula perfecta.

En su caso, llevo a cabo un servicio lingüístico completo: me encargo de revisar la carta original (español) con una corrección de estilo y hago una asesoría en cuanto a nombres y contenidos. Una vez la carta está lista, pasamos a la fase de traducción al inglés, revisión de esta, entrega de ambas versiones al equipo de diseño gráfico para que le den el formato definitivo y, por último, una corrección ortotipográfica de la maqueta para que no se nos escape nada.

Lo que más me gusta de Diego es que, además de ser muy detallista y de que cuida muchísimo a la gente que le rodea (sus llamadas siempre comienzan con un «Antes que nada ¿cómo estás?»), es un gran amante del español y muy meticuloso. No le suelen gustar los anglicismos y siempre está buscando la manera de que los conceptos estén bien expresados, se entiendan y, además, suenen bien y tengan gancho. A pesar de esto, la carta suele llegar con unos cuantos extranjerismos que, en realidad, son innecesarios y, a veces, no son conocidos para un lego en la materia. No obstante, casi siempre que le propongo traducirlos su respuesta es afirmativa, además de entusiasta:

—Diego, ¿qué te parece si esto de orgeat syrup lo traducimos por sirope de horchata?

—¡Dale! Sí, me encanta. ¡Suena mucho mejor! Me mirás también que no haya faltas de ortografía, ¿verdad?

Pero retomemos la razón por la que he decidido escribir esta publicación, ya que, aunque me encanta tener clientes tan generosos, detallistas y comprometidos con la lengua, yo aquí he venido a hablar de la traducción de la carta de Viva Madrid: uno de mis proyectos favoritos del funesto 2020.

Para traducir la carta de un restaurante, en mi opinión, es mejor trabajar en tándem con dos nativos: uno de la lengua origen y otro de la de llegada. De esta manera te aseguras de que los pequeños matices culturales no se pierden por el camino y, al mismo tiempo, están bien expresados en la lengua de llegada. En mi caso, siempre trabajo con mi queridísima Emma, traductora británica a quien le confío los proyectos que me llegan del español al inglés. Cuando entró la carta de Viva Madrid estábamos en plenas fiestas navideñas y mi compañera había decidido tomarse unos días de descanso. No obstante, Diego y su equipo tenían prisa.

«Vale —me dije— puedo ir preparando el original e intentar adelantar con la terminología. Así, cuando Emma pueda ponerse con la traducción gran parte del trabajo ya estará hecho». Así hice, empecé con la revisión de estilo del original y pronto me di cuenta de que era una carta con elementos muy, muy españoles: que si banderillas, que si cecina, que si conservas… La traducción debía ser muy ilustrativa y requería creatividad para trasladar en muy pocas palabras conceptos que para un español no dejan lugar a dudas: ¿una banderilla? Un español tiene clarísimo qué es, pero ¿cómo trasladar esa idea a otro idioma en el menor número de palabras posibles?

Por si fuera poco, la solución tenía que encajar con el perfil del restaurante y sabía que Diego revisaría hasta el más mínimo detalle para asegurarse de que la versión inglesa era un reflejo fiel de él y de su equipo. Estaba claro: en este caso, lo mejor era que yo me encargara de la traducción y que Emma la revisara. Ella habría hecho un trabajo excelente y yo la habría revisado, pero ciertos matices requerían la comprensión de un nativo.

Antes de nada, tuve que analizar todos los elementos de la carta para establecer el estilo de la traducción. ¿En serio hay que establecer un criterio para traducir una carta? Sí, pues para estos documentos existen dos estrategias básicas con enfoques totalmente diferentes: domesticación versus exotización. Dependiendo de la línea de trabajo que elijas, el resultado puede ser acertado, o un error. En este caso, podría haberla traducido toda, sin dejar ningún elemento en español, domesticándola al máximo al inglés. Eficiente habría sido, sin duda, pero habría perdido algo de esencia. También podía optar por algo más exótico y no traducir los nombres de los platos, solo las correspondientes descripciones, con alguna que otra palabra suelta en español. Desde luego, entre eso y el nombre de la taberna, Viva Madrid, el resultado habría quedado muy «olé, olé».

Finalmente, entendí que para tomar la decisión correcta primero debía analizar el perfil de la taberna. Para empezar, está en pleno centro de Madrid, al lado de la plaza de Santa Ana, pero en una calle pequeña, cortita y poco concurrida, que no pilla de paso y por la que pasas solo si andas buscando algo en ella. Con lo cual, el perfil del visitante de la taberna no es el típico turista que viene a por sangría y tapas. Si la encuentra es porque la anda buscando o porque ha oído hablar de ella, por lo que el perfil del turista ya es diferente. Por otro lado, la carta está compuesta por productos muy españoles, pero todos con una vuelta de tuerca para darles un toque moderno. Por último, la parte delantera del establecimiento tiene una decoración muy castiza y tradicional, pero el interior, aunque mantiene parte de los elementos decorativos originales, tiene un aire más íntimo. Como bien indican en su nombre, Viva Madrid es una taberna inusual. Así tenía que ser la traducción de su carta.

Por lo tanto, tenemos un restaurante céntrico, no pensado para turistas, pero en el que se valora muchísimo el producto español. Pretende ensalzar el carácter madrileño del lugar y la gastronomía española sin caer en lo vulgar. La carta debía tener un toque exótico (o mejor dicho, auténtico e inusual), pero el justo para que no pareciera el típico bar de tapas de Benidorm. Bien, en ese caso lo mejor era mantener aquellos elementos culturales fáciles de identificar por un extranjero o que se pudieran definir fácilmente en inglés con una brevísima descripción, y el resto traducirlo primando la comprensión no del angloparlante nativo, sino del extranjero que usa el inglés como idioma vehicular.

Una vez que tuve clara la estrategia de traducción, me puse manos a la obra. Recuerdo que, nada más empezar, me encontré con el primer quebradero de cabeza: las banderillas. Según los diccionarios bilingües, se traduce por skewer; no obstante, lo que yo, como española, entiendo e imagino cuando oigo la palabra banderilla no tiene nada que ver con lo que puede imaginar un angloparlante (o un extranjero que usa el inglés como idioma vehicular) al oír la supuesta versión inglesa.

Los skewer suelen relacionarse más con el concepto de brochetas, que suelen montarse con proteínas, verduras e incluso trocitos de fruta, pero ¿lo relacionaría un extranjero a la primera con lo que lleva una banderilla? No, y, eso, en una carta es fundamental, pues estás generando expectativas con las palabras y todo lo que no se asemeje a lo que el cliente ha imaginado puede ser una decepción o, peor, un choque cultural que acabe mal.

Por lo tanto, me vi preguntándome ¿qué caracteriza a una banderilla? ¿La aceituna? ¿La cebolleta? ¿El pepinillo? No, algo mucho más esencial: que es una combinación de encurtidos. ¡Esa era la clave! Y, también, la solución: pickled skewer. Con esta combinación, por un lado, manteníamos la imagen mental de alimentos ensartados en un palillo o brocheta y, por otro lado, al matizarlo con pickled quedaba claro que no sería una brocheta de carne y verduras, sino de productos encurtidos. La traducción era lo suficientemente breve como para poder mantener el concepto original, así que el resultado fue:

Banderilla (pickled skewer)
Banderilla (pickled skewer)

 

Cuando ya creía que había solucionado el problema, me encuentro con que una de las banderillas que se sirven en esta taberna es nuestra amada gilda. ¿Qué hacer? ¿Mantenemos el nombre? ¿Buscamos una opción más descriptiva, aunque nos obligue a distanciarnos del original? No, gilda tenía que quedarse. ¿La solución? Añadir en la descripción de la banderilla una breve aclaración jugando con el hecho de que ya habíamos introducido el concepto del plato: «Gilda, the traditional ‘banderilla’ with anchovy, olive and green chili».

Bien, primera parte de la carta solucionada, continuemos para bingo en este reto cultural. Entre otros muchos desafíos, uno con el que casi me volví loca se encontraba en el apartado titulado con una única palabra: Conservas. Esta palabra para un español no deja lugar a duda de que estamos ante una latita que contiene en su interior algo delicioso: mejillones en escabeche, berberechos, sardinas, navajas, ventresca… Pero ¿y en inglés? ¿Está tan claro?

La respuesta es no y, lo que es peor, tiende a tener un matiz totalmente diferente. La traducción de conserva es canned o preserved food. ¿Qué imagina un angloparlante o extranjero que usa el inglés como idioma vehicular cuando oye o lee esas palabras? Lata de comida. Sí, sí, la típica lata de baked beans, pero también de espaguetis insulsos, sopas hipersaladas, pastas grasientas… ¿En serio queremos que piensen eso al leer la carta? No.

De nuevo, tuve que buscar la solución en el lado más emocional e incluso psicológico de la palabra. ¿Por qué en español suena tan bien y en inglés tan mal? Porque en España relacionamos las conservas con buena comida. Y más que con buena comida, con bocados deliciosos. Y en algunos casos, más que con bocados deliciosos, con productos caros (sobre todo si son buenos) y que no solemos comer todos los días. Es decir: las conservas son sinónimo de pequeños manjares.

¡Eureka! Esa era la idea que debía trasladar la traducción: una conserva no es cualquier comida enlatada, es un manjar, un regalo para el paladar que guardamos en pequeñas latitas y que, para un español, se traducen en un evento especial cada vez que abrimos una. Recuerdo que, en la reunión que tuvimos para presentar la carta revisada y traducida a Diego y su compañero, les hice exactamente la misma reflexión.

—¿Y cómo hacemos? —me preguntó Diego, intrigado.

—Pues trasladar ese concepto creando una traducción algo más libre en la versión inglesa: canned delicacies (manjares en conserva).

—¡Obvio! ¡Me encanta!

Ni qué decir tiene que a lo largo de la carta me vi con más situaciones como estas en las que la solución no pasaba tanto por las palabras y en el concepto en sí, sino en lo que yo entiendo como española ante el nombre de un plato y lo que podría entender un angloparlante (o extranjero) ante su posible traducción. Fue un trabajo de analizar imágenes mentales y relaciones sensoriales y emocionales para dar con traducciones creativas con las que generar ideas lo más similares posibles en la versión inglesa.

Pasado un tiempo, muchas de las soluciones me parecen de lo más obvias, pero también me he dado cuenta de que, en realidad, lo importante es que al final no solo trasladaron bien la esencia de cada plato, sino que, además, reflejan el espíritu de Viva Madrid: son creativas, divertidas e incluso atrevidas. Tienen un puntito español y exótico, pero sin dar la sensación de que estamos ante un bar para turistas. Por eso, el resultado gustó tanto a Diego y su equipo.

Cuando traduces una carta, hay muchos factores que hay que tener en cuenta: el tipo de restaurante, su espíritu, el formato en el que se va a presentar (siempre muy limitado, lo cual es un problema para traducir), el comensal objetivo y su contexto cultural. No basta con pasar una palabra de un idioma a otro, hay que detenerse a pensar qué emociones y recuerdos transmite al lector del idioma original y si la supuesta traducción traslada lo mismo. Trabajamos a nivel lingüístico, pero también a nivel emocional y hasta psicológico.

Por si fuera poco, una carta inglesa no solo va dirigida a angloparlantes, también a otros extranjeros que están usando el inglés como idioma vehicular y, por lo tanto, el nivel puede variar de un A1 a un C2. Debe ser comprensible para todo el mundo y trasladar de manera sencilla conceptos que, a veces, son inexplicables.

Miento, todo es explicable, pero encontrar la forma de hacerlo de manera que se ajuste al restaurante, al espacio del que disponemos en la carta, a las emociones y recuerdos que despierta en un nativo, y que, además, genere las expectativas correctas en el lector extranjero, eso es pura magia y la razón por la que #MeEncantaTraducir.